on una emotiva misa, una banda de músicos y el corazón apachurrado, vecinos del distrito de Lurín despidieron a “Manchas”, un perrito callejero que se volvió parte esencial de la comunidad. Durante años, este noble lomito acompañó a la gente en fiestas patronales, recorría las calles saludando con su mirada tierna y recibiendo comida y cuidados de quienes lo adoptaron como la mascota no oficial del barrio.
“Manchas” envejeció entre afectos y ladridos. En sus últimos días, su salud se deterioró y fue internada por semanas, mientras la comunidad se organiza para costear su atención médica. A pesar del esfuerzo colectivo, el perrito falleció, dejando un hueco entre quienes lo veían como un símbolo de cariño y lealtad.
El homenaje póstumo fue digno de un miembro más de la familia. Vecinos lo pasearon en una carroza adornada por las calles que tantas veces caminó, mientras una banda tocaba en su honor. Más tarde, una misa fue celebrada para despedirlo con bendiciones, como muestra del inmenso cariño que sembró en vida.
La historia de “Manchas” ha conmovido en redes sociales, recordándonos que el amor no conoce especie, y que hasta un perrito sin hogar puede convertirse en un ícono de comunidad, ternura y solidaridad.