El 6 de enero de 2013 el periodista José Manuel Pérez Durán escribió en su columna de “Atril Dominical”, un artículo titulado “Guadalupano Insurgente” donde menciona una verdad contundente: “Morelos es un desconocido en el estado que lleva su nombre… los funcionarios despreciables, ciegos, no advierten la contribución de la obra del guadalupano insurgente al nacimiento de la Nación Mexicana”. El historiador Domingo Díez escribió hace 100 años: “Nuestro estado ostenta el bendito nombre de Morelos”; y a él está dedicado el siguiente texto.
José María Morelos y Pavón fue el único caudillo de la guerra por la independencia de México que tuvo la fortuna de ser retratado, con lo cual legó su fisonomía a la posteridad. Cuando el ejército insurgente estaba posesionado de la ciudad de Oaxaca, Mariano Matamoros, lugarteniente y brazo derecho de Morelos, contrató a un pintor mixteco para que plasmara el retrato. Durante la primera quincena del mes de diciembre de 1812, Morelos posó ante el pintor hasta que se concluyó la obra pictórica realizada en óleo sobre tela. Así fue como Matamoros le dio como regalo este retrato a su jefe Morelos, quien vio por primera vez su figura retratada y reconoció su auténtica fisonomía plasmada en lienzo. La casaca que luce Morelos en el retrato fue hecha por una costurera oaxaqueña. Era tanta la admiración que los oaxaqueños sentían por Morelos que se desvivían por atenderlo. Morelos conservó su retrato durante 14 meses, hasta que lo perdió el 24 de febrero de 1814 en la batalla de Tlacotepec, donde los realistas lo sorprendieron y estuvieron a punto de capturarlo. En este combate los insurgentes salieron huyendo del campo de batalla para salvarse; sin embargo, el enemigo les arrebató un valioso botín, entre el cual se encontraba el retrato de Morelos. Gabriel Armijo, quien fue el comandante realista que hizo huir a la tropa de Morelos, de inmediato envió el botín al virrey Félix María Calleja, quien lo inventarió para remitirlo al rey de España Fernando VII. Este monarca al recibirlo lo revisó y lo puso a resguardo en el Museo de Artillería de Madrid. 96 años después, el rey de España Alfonso XIII, en un gesto de afecto hacía la nación mexicana y con motivo de la conmemoración del centenario del inicio de la guerra por la independencia de México, devolvió a nuestro país parte del citado botín. Entre los objetos devueltos venía el retrato de Morelos y la casaca con la que fue retratado. Estas reliquias fueron entregadas por los enviados del rey español al presidente Porfirio Díaz en Palacio Nacional, en una ceremonia solemne celebrada el 17 de septiembre de 1910. Este acontecimiento fue el más emotivo de todos los realizados durante los festejos del centenario de la independencia, ya que conmovió hasta las entrañas el sentimiento de los mexicanos que fueron testigos de este histórico suceso. El retrato y demás reliquias recuperadas fueron depositadas en las salas del antiguo Museo de Historia ubicado en la Casa de Moneda. Actualmente este famoso retrato, que afortunadamente se conservó intacto, se encuentra en exhibición en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec.
Descripción del retrato: Es la figura de José María Morelos, plasmada de medio cuerpo al tamaño natural. Su rostro se aprecia idéntico como era él, un hombre de piel morena representante de la raza mestiza, vestido con casaca de capitán general, grado que le otorgó la Suprema Junta Nacional Americana, presidida por Ignacio López Rayón. La casaca rojinegra está bordada con hilos hechos de oro, tejidos en el collarín, el pecho, las mangas y la cintura. Sobre su cabeza porta un gorro negro en lugar del paliacate que siempre usaba y a través de su patilla se alcanza a distinguir que su cabello era lacio. En su mano derecha sostiene el bastón de mando. De su lado izquierdo sobresale el mango de su puñal y su sombrero. Sobre su pecho porta un collar de topacios con una cruz de oro macizo. Un cordón de oro atraviesa su casaca del hombro a la cintura. En la parte superior del retrato se aprecia un círculo con fondo azul donde resalta el águila coronada, posando sobre un nopal. Detrás del círculo destaca un listón extendido horizontalmente de colores blanco y azul, símbolo de los colores nacionales de Morelos. Del listón cuelga una honda de oro que representa el arma del pueblo que apoyó a Morelos. Detrás del círculo sobresalen cuatro banderas que representan los cuatro batallones del ejército de Morelos. El collar con la cruz fue tomado como botín en una batalla donde los insurgentes derrotaron un convoy realista que venía de Veracruz y el cura Sánchez fue quien se apropió de esa alhaja para posteriormente entregársela a su jefe Morelos; este detalle significó un desafío a la autoridad virreinal. Las huestes morelistas conocían esta cruz como la cruz obispal, porque iba destinada al obispo de Puebla, pero no la recibió porque los insurgentes la tomaron como botín en la batalla de San Agustín del Palmar. Morelos estrenó su casaca en el desfile que se realizó en la ciudad de Oaxaca el 13 de diciembre de 1812, con motivo de la jura de obediencia a la Suprema Junta Nacional Americana, desfiló la tropa insurgente, el cabildo, los notables de la ciudad y gente del pueblo. Del pintor mixteco, autor del retrato, no se sabe nada, su nombre quedó en el anonimato, así como el de la costurera creadora de la casaca.
Todos los morelenses deberíamos conocer desde la educación básica hasta la titulación profesional la vida y obra de Morelos, ya que él fue el organizador del primer congreso mexicano, autor de los primeros reglamentos legislativos, autor de los Sentimientos de la Nación insurgente, electo por unanimidad Generalísimo de los ejércitos insurgentes, uno de los principales autores de la primera constitución mexicana. Morelos poseyó una personalidad dual como genio de la política y apóstol del Guadalupanismo. Tuvo destellos de ser un gran estratega militar y llevar el movimiento insurgente por todo el sur del país a pesar de ser un cura de profesión. Poseedor de una vasta cultura universal. Se lanzó a la guerra por instrucciones de su maestro Miguel Hidalgo y Costilla.
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Por: Juan José Landa Ávila