En el centro de Jiutepec podemos encontrar su zócalo con su gran reloj y, a un costado, detrás del ayuntamiento se encuentra su Mercado Municipal que desde la década de los años 60 ha sido el espacio de encuentro y de intercambio de los jiutepequenses.
En dicho espacio podemos encontrar negocios de frutas y verduras, carnicerías, pollerías, pescaderías, materias primas, fondas, venta de ropa y una gran variedad de productos para las necesidades del hogar y de la alimentación.
Sus puertas se abren de 7:00 de la mañana a 7:00 de la tarde, y de acuerdo con locatarios “es un lugar en donde siempre te atienden con una sonrisa”.
Una característica particular son sus fondas y cocinas económicas que los fines de semana son motivo de coincidencia entre visitantes y pobladores de Jiutepec.
“Ya es costumbre venir cada quince días o cada ocho a la pancita que venden por acá, nos gusta mucho y de vez en cuando le variamos de negocio para que no se encelen”, comentó Genaro Lagunas, mientras realizaba sus compras.
Cristina Beltrán Benítez, de 73 años de edad, comenzó vendiendo con su mamá desde los 7 años de edad y compartió para los lectores de Diario de Morelos algunos momentos que ha vivido bajo el techo de este pequeño pero longevo mercado. “Yo aquí tengo más 60 años vendiendo; cuando comenzó el mercado vendíamos en el piso, tendíamos nuestros periódicos y ahí se ponían las frutas, las verduras o lo que trajéramos”, recordó.
Después de esos años, la remodelación y el cambio a un espacio más amplio y con mejores condiciones llegó; “cuando lo arreglaron dejó de ser de lámina y lo hicieron más bonito, nos tuvimos que salir por un tiempo allá (a la explanada), nos regresaron y dejamos de sufrir de las lluvias, ahora ya está todo cambiado, hay más comerciantes pero de aquí comemos todos, unos más otros menos, pero comemos”, expresó Beltrán.
A pesar de que son menos de siete pasillos los que lo conforman, el comercio sigue expandiendose a sus alrededores; desde la entrada hasta la salida los puestos y comercios colorean este lugar.
Por: Salvador Rosas | DDM