En la mente de muchos, el lujo es sinónimo de artesanía europea, exclusividad francesa y precisión italiana. Sin embargo, una investigación revela que, detrás de nombres icónicos como Prada, Louis Vuitton, Coach, Armani e incluso Hermès, se esconde una realidad poco conocida: gran parte de estos productos de alta gama se fabrican en China.
Un imperio manufacturero en el epicentro global
Aunque estas casas tienen sus raíces en capitales de la moda reconocidas como Italia o Francia, su “mano de obra” y la elaboración de materiales finos a menudo se realizan en territorio chino. China, conocida como la “fábrica del mundo”, no solo domina la industria tecnológica y del fast fashion, sino que se ha consolidado en la producción de artículos de lujo. Este modelo se ha visto reforzado por la reciente guerra económica entre Estados Unidos y China, lo que ha impulsado a fabricantes chinos a exhibir en plataformas digitales la sorprendente diferencia entre el costo de fabricación y el precio final de estos productos.
Revelaciones desde los análisis económicos
Un informe de McKinsey & Company señala que más del 30 por ciento de los artículos de lujo globales se producen parcial o totalmente en China, ya sea a través de acuerdos con talleres de alta calidad o mediante operaciones propias de las marcas. Este dato, que contradice la imagen tradicional del lujo “Made in Italy” o “Made in France”, pone de manifiesto el cambio que está experimentando la industria. Estudios de Bain & Company indican que China representa entre el 25 y el 35 por ciento del consumo global de bienes de lujo, lo que explica el creciente modelo de “producción cerca del mercado”.
El dilema de la etiqueta y el precio
Sin embargo, en medio de estos cambios, las grandes marcas de lujo tendrán que justificar los precios exorbitantes de sus colecciones. ¿Será que la etiqueta “Made in” con sus raíces históricas podrá sostener estos elevados precios, o tendrán que buscar una nueva forma de justificarlos frente a un consumidor cada vez más informado y exigente? Este desafío se suma al escrutinio global en un contexto de cambio geopolítico y transformación digital.
El efecto de la guerra arancelaria y la transparencia digital
La guerra arancelaria iniciada por el gobierno estadounidense y las represalias de China han contribuido a que se genere mayor escrutinio sobre los orígenes de estos productos. Videos virales en TikTok han dejado al descubierto cómo se fabrican en masa costosas bolsas y tenis en China, los cuales luego son etiquetados como “Made in Italy” o “Made in France”. Casos como el de Hermès, cuyos bolsos Birkin pueden alcanzar precios exorbitantes en el mercado, han desatado debates sobre el verdadero valor agregado detrás de la etiqueta de lujo.
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Un nuevo paradigma en la industria del lujo
Estos hallazgos demuestran que la manufactura de productos de lujo en China ya no es una excepción ni un tabú, sino una realidad consolidada. En un contexto de cambio geopolítico, transformación digital y evolución en el consumo, las marcas globales han decidido apostar por el gigante asiático no solo como mercado clave, sino como socio estratégico en su cadena de valor. Al mismo tiempo, el reto de justificar precios cada vez más altos se vuelve crucial para sostener la imagen de exclusividad; de allí la inquietud sobre si las tradicionales etiquetas de “lujo” podrán seguir respaldando estas cifras o si habrá que reinventar la narrativa del valor.
En definitiva, el lujo de verdad puede seguir siendo caro, pero detrás de ese precio se esconde un complejo entramado global que redefine la noción de exclusividad en el siglo XXI. La paradoja entre el origen “Made in China” y la etiqueta histórica del lujo se convierte en parte de una estrategia para mantener competitividad y márgenes en un mercado que no se detiene de evolucionar.