Alexander Von Humboldt pasó por Cuernavaca el día 10 de abril de 1803, cuando se dirigía a la capital de la Nueva España procedente de Acapulco. Antes de pasar por el Valle de Cuauhnáhuac pernoctó el 9 en el poblado de Puente de Ixtla y al otro día continuó su viaje rumbo a la ciudad de México. El camino real por donde viajaba pasaba por la Villa de Cuernavaca, entonces se detuvo unas horas en esta población y después de anotar sus impresiones sobre este poblado continuó su viaje. En Huitzilac decidió pasar la noche del 10 de abril antes de llegar a la ciudad de México. Cabe mencionar que Humboldt y su equipo viajaban en una recua de mulas cargada con su equipaje.
¿Por qué fue tan breve la estancia de Humboldt en Cuernavaca?, esto nunca lo sabremos, pero por medio de conjeturas podemos deducirlo. Probablemente se debió a que cuando llegó al Valle de Cuernavaca era temporada de calor y ya estaba harto del calor desde que salió de Taxco. También lo que él pretendía era llegar lo más pronto posible a la ciudad de México y ya no quiso detenerse más tiempo en otro lugar. Asimismo puede ser porque nadie le recomendó visitar Cuernavaca, o no tenía suficiente información para interesarse y conocerla detenidamente. Quizá se debió también al hecho de haber entrado a Cuernavaca por el sur, y no por el norte como lo hicieron otros viajeros que llegaron procedentes de la ciudad de México. Estoy seguro de que si Humboldt hubiera llegado por Huitzilac, otra impresión hubiera tenido de Cuernavaca al admirarla por primera vez desde la serranía del Ajusco. Lo único que hizo en esta villa fue medir su altura sobre el nivel del mar, que resultó ser de 1542 metros.
Analizando lo que Humboldt escribió sobre Cuernavaca, encontramos dos testimonios del viajero alemán, uno sobre esta población y otro sobre el Valle de Cuernavaca. El primer testimonio se encuentra en su libro “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España”, donde anotó: “Cuernavaca, la antigua Cuauhnáhuac, situada en la falda meridional de la cordillera de Huitzilac, bajo un clima templado, de los más deliciosos y adecuado al cultivo de los árboles frutales de Europa...”. Este testimonio lo escribió cuando pasó por Cuernavaca y es obvio que le llamó la atención las espesas huertas. El segundo testimonio se encuentra en su libro “Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América”, donde Humboldt anotó: “Al suroeste de la ciudad de Cuernavaca (la antigua Cuauhnáhuac), sobre la pendiente occidental de la cordillera de Anáhuac, en esta región afortunada que los habitantes llaman con el nombre de Tierra Templada, porque reina en ella una primavera eterna, se eleva una colina aislada que, los indios la llaman, en lengua azteca, Xochicalco”. Este testimonio lo escribió cuando ya había regresado a Europa, y se lamentó el no haber conocido la zona arqueológica de Xochicalco.
Por los dos testimonios antes mencionados, podemos deducir que Humboldt nunca escribió que Cuernavaca era “La Ciudad de la Eterna Primavera”; lo que literalmente escribió fue: “en esta región afortunada que los habitantes llaman con el nombre de Tierra Templada, porque reina en ella una primavera eterna”. Es decir, los cuernavacenses de antaño obviamente ya mencionaban esta frase antes de que Humboldt pasara por aquí y él al escucharla por boca de un lugareño la transcribió en sus apuntes, es decir esta frase ya era vox pópuli y la escuchó como referencia del clima del Valle de Cuernavaca, clima que le llamó mucho la atención.
Es importante afirmar que para definir el clima de un lugar es primordial conocer sus cuatro estaciones del año durante mínimo dos años y así sacar conclusiones, por lo tanto, no es posible que habiendo permanecido Humboldt sólo unas horas en Cuernavaca, haya sido él el autor de la frase en cuestión. Lo que escribió textualmente es: “reina en ella una primavera eterna” porque lo escuchó de un lugareño. Otro dato importante para dilucidar lo que se le cuestiona a Humboldt, es que cuando pasó él por aquí, Cuernavaca todavía no era una ciudad sino oficialmente era una villa, era un pueblo que tenía en su entorno muchos atractivos que no conoció el viajero alemán
La frase “reina en ella una primavera eterna”, alguien inteligentemente la modificó 120 años después para transformarla en “Cuernavaca, la Ciudad de la Eterna Primavera”, con el propósito de promover el turismo de la capital morelense y ha servido como eslogan para hacer famosa a Cuernavaca; fue una magnífica idea, porque esta frase contiene un mensaje ecológico. Y cabe destacar que a pesar del cambio climático, la capital morelense sigue teniendo un clima paradisiaco por sus excelentes características geográficas.
La frase transformada “Cuernavaca, la Ciudad de la Eterna Primavera” nunca la mencionaron los cuernavacenses del siglo XIX ni de principios del siglo XX. De acuerdo a lo que se ha investigado, comenzó a difundirse a partir de la tercera década del siglo XX, pero no se sabe con exactitud quien la modificó. El libro más antiguo donde aparece publicada es en uno titulado “Paisajes de Cuernavaca”, editado en 1929 por el maestro Salvador Rojas Rodríguez, hijo de don Estanislao Rojas Zúñiga.
En conclusión, Humboldt no es el autor de la frase “Cuernavaca, la Ciudad de la Eterna Primavera”, ésta ya la mencionaban los nativos del Valle de Cuernavaca antes de que pasara fugazmente el viajero alemán el 10 de abril de 1803.
En el 2003 se conmemoró el 200 aniversario de la visita de Humboldt a la Nueva España, por tal motivo el gobierno del estado de Morelos develó en la acera de la calle Hidalgo del centro de Cuernavaca, la estatua de bronce de Humboldt del escultor mexicano Antonio Castellanos Basich, vecino de Santa María Ahuacatitlán. Y en ese acto el cronista Martín Borboa vendió su libro “Humboldt y el turismo, a 200 años de su viaje”.
Por: Juan José Landa Ávila / jjlanda.cronica@gmail.com