El próximo 10 de abril se cumplirán 218 años de la visita que realizó Alexandro de Humboldt a nuestra ciudad de Cuernavaca. Fue el martes 22 de marzo de 1803, cuando arribó al puerto de Acapulco la fragata española llamada Orúe, que se encontraba severamente averiada, pues en su recorrido desde Guayaquil se enfrentó a un fuerte vendaval. La dañada fragata echó sus anclas en la tranquila bahía y después de realizar las formalidades de rigor bajaron de ella dos jóvenes extranjeros: El alemán Alexander von Humboldt y su colaborador y amigo personal, el botánico francés Aimé Bonpland, quienes llegaron a la Nueva España para realizar importantes estudios de carácter científico. Venían acompañados por el hijo del marqués de Selva Alegre, el quiteño Carlos de Montúfar. Desembarcaron con gran cantidad de equipo y muestras de minerales, flora y fauna, recolectados durante su largo viaje. Estos personajes venían provistos de pasaportes influyentes, pues la misma corte española había ordenado que se les dieran las facilidades necesarias para realizar su trabajo.  

Cinco días después, el 27 de marzo dejaron Acapulco y se encaminaron tierra adentro, tomando el camino de herradura rumbo a Chilpancingo, a donde llegaron el 28 de marzo. El 5 de abril arribaron al pueblo minero de Taxco y para el día 9 ya se encontraban en el territorio del actual estado de Morelos, pues llegaron a Puente de Ixtla. A la mañana siguiente, el domingo 10 de abril salieron rumbo a Cuernavaca, en donde se detuvieron por unas horas para realizar varias observaciones, allí el barón señaló:

 “Cuernavaca, el antiguo Cuauhnáhuac, se sitúa en la falda meridional de la cordillera de Huitzilac, bajo un clima templado, de lo más delicioso y adecuado al cultivo de los célebres frutales europeos”. Y agregó: “Al sudeste de la ciudad de Cuernavaca (la antigua Cuauhnáhuac), en la pendiente occidental de la cordillera de Anáhuac, en esa hermosa región que los habitantes designan como tierra templada, porque en ella reina una primavera eterna…”

Quizás estas palabras al traducirse se cambiaron y al pasar de boca en boca se transformaron, quedando así la frase “Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera”.

Por la tarde el grupo llegó a Huitzilac y al día siguiente a la Ciudad de México, capital del virreinato y permanecieron en la Nueva España hasta el 19 de febrero de 1804, día en que partieron de Veracruz rumbo a La Habana.

El viaje de Humboldt por la Nueva España tuvo una gran importancia pues dio a conocer al mundo las grandes riquezas naturales que tenía esta región. Humboldt anotó observaciones sobre los pueblos y puntos de interés, además de que recolectó gran cantidad de datos sobre comunicaciones, astronomía, arqueología, historia, flora etc. Estas investigaciones fueron publicadas en treinta volúmenes, compuestos de libros científicos, atlas, tratados de geografía y economía de Cuba y México; una narrativa de sus viajes y un examen crítico de la historia de la geografía de América. A partir de esas publicaciones, muchos viajeros e inversionistas arribaron a estas regiones, además de que el nombre de Cuernavaca fue conocido en todo el mundo por su clima excepcional.

A Humboldt se le atribuye la creación de nuevas palabras, como: Jurásico, tempestad magnética e isotermas. También llevan su nombre muchas especies biológicas, elementos geográficos, una corriente oceánica, parques y reservas naturales, localidades, plazas, restaurantes, negocios, calles, buques, cuerpos espaciales, además de universidades, institutos y colegios. Por sus aportaciones Humboldt es considerado el “Padre de la Geografía Moderna Universal”, pues recibió infinidad de reconocimientos como el que le hizo el presidente Benito Juárez al declararlo Benemérito de la Patria, el 29 de junio de 1859.

Aunque Humboldt solamente estuvo unas horas en Cuernavaca, tenemos en nuestro centro histórico una calle que lleva su nombre y una escultura en su honor que decora la calle de Hidalgo (frente a la Catedral).  Esta fue colocada por iniciativa del fotógrafo morelense Adalberto Ríos Salay, cuando fue director del Instituto de Cultura del Estado de Morelos. Y es una copia de la escultura que encargó la Secretaría de Educación Pública al artista Eduardo Ruiz Mondragón en 1999, a través del Comité Organizador del Bicentenario de Humboldt en América. Para cumplir el decreto de 1857 del Congreso de la Unión, que ordenó que se erigiera una escultura de él, con la frase “La Nación Mexicana a Alejandro de Humboldt, Benemérito de la Patria”, y que fue colocada en el lado poniente de la Alameda Central de la Ciudad de México el 28 de septiembre del 2000.

La escultura de Cuernavaca fue pagada por el municipio de Cuernavaca, el Instituto de Cultura y la UAEM, e inaugurada el 29 de agosto de 2003.

Escultura de Alejandro de Humboldt, en la calle Miguel Hidalgo en el centro de Cuernavaca.

Por: Valentín López G. Aranda / valentinlopezga@gmail.com

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