Hace unos años tuve la fortuna de que me regalaran el magnífico libro “Las Memorias del Jardinero de Maximiliano”, publicado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). El autor de este libro es nada menos que el botánico Wilhelm Knechtel, de origen austro-húngaro, quien acompañó a Maximiliano y Carlota en su aventura por consolidar el Segundo Imperio Mexicano. Dicha obra es una compilación de sus apuntes manuscritos, impresiones y experiencias personales en su paso por nuestro país, entre 1864 y 1867.
La doctora Amparo Gómez Tepexicuapan, investigadora del Museo Nacional de Historia (Castillo de Chapultepec) me comentó que su colega y amigo el historiador Konrad Ratz (1931-2014) escritor de varios textos sobre Maximiliano de Habsburgo, le mostró una edición de este libro publicado por la editorial Karl Bellman de Praga. Me dijo que cuando lo recibió no entendía de que se trataba y que solamente alcanzaba a leer algunas palabras como Cuernavaca, Borda, Acapantzingo y Chapultepec, entre otras. Fue hasta que se lo dieron a traducir a Susanne Igler cuando pudieron descubrir la maravillosa riqueza de relatos y datos históricos que aporta este botánico, debido a la alta posición que tuvo dentro de la corte imperial, lo que le permitió ser testigo de muchos acontecimientos ocurridos durante ese trágico Segundo Imperio Mexicano.
Este libro está bellamente ilustrado con preciosos grabados de botánica y fotografías de la época, contiene además un interesante capítulo sobre su estancia y la de los emperadores en Cuernavaca, y nos dice: “El día del año nuevo de 1866, a las siete de la mañana, la diligencia entró al patio de palacio de México…”, para recoger al grupo de viajeros que acompañaron al emperador en su travesía hacia Cuernavaca. Wilhelm narra que llegaron en la tarde a esta población y dice: “En el fondo del valle está la ciudad pequeña y acogedora de Cuernavaca, de la que casi no se ven las casas, ya que están muy escondidas entre los frutales tropicales. Sólo las almenas del castillo de Miravalle, la antigua residencia del conquistador Hernán Cortés, se elevan orgullosamente en la colina izquierda de la ciudad, en tanto que del lado derecho está coronada por una iglesia”. Por la noche, se hospedaron en la “Casa de las Diligencias”, que se ubicaba en donde está actualmente el edificio Bella Vista, en el lado norte del kiosco de Cuernavaca.
El jardinero de Maximiliano señala que: “La intención original del emperador era adquirir el antiguo palacio de Hernán Cortés, el conquistador de México…”, pero que “…era una ruina abandonada…” así que, alquilaron el Jardín Borda para que sirviera como residencia durante sus estancias temporales y compraron en Acapantzingo “…la propiedad de diez familias indígenas…”, en donde comenzaron a construir “...una casa de estilo sencillo, con cuatro cuartos, que estaría rodeada por árboles por todas partes…”. Wilhelm se encargaría de los trabajos de jardinería, alterando la naturaleza del lugar con la construcción de algunas sendas sin lujo y sitios de reposo.
El libro incluye interesantes planos de la casa y bocetos de cómo quedaría la decoración al interior de la misma, creados por Julius Hofmann.
Wilhelm menciona que tuvieron muchos retazos en la construcción de “El Olindo” y señala que “… las causas del retraso fueron imposibles de superar, en parte por la deficiencia de los materiales, que no se suministraron en cantidades suficientes, y en parte por los escases de mano de obra, en especial de carpinteros...Luego faltaba dinero para pagar a los trabajadores…” por lo que nunca se terminó esa construcción.
Carlota partió a Europa inesperadamente el viernes 13 de julio de 1866, y el emperador regresó solamente en una ocasión a Cuernavaca, a fines de agosto de 1866, pues el imperio se derrumbaba. Dice Knechtel “Su estancia postrera se limitó a sólo seis días, porque el emperador volvió inesperada y apresuradamente el 6 de septiembre a Chapultepec. Poco después recibimos un telegrama en que se nos ordenó a todos quienes seguíamos en Cuernavaca volver a Chapultepec lo más rápido posible”. Nunca más regresarían a Cuernavaca. Wilhelm partió hacia el puerto de Veracruz y el 1° de agosto de 1867 se embarcaría en el vapor Elizabeth de regreso a Europa, pues el imperio de Maximiliano había finalizado el 19 de junio, con su fusilamiento en Querétaro.
Actualmente este maravilloso libro es difícil de conseguir, por lo que sería magnífico que el INAH nos ofreciera una reedición para disfrute de quienes están interesados en esta interesante etapa de la historia de nuestro país.
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