Lauro Ortega Martínez es recordado como un político astuto. Maniató a políticos que intentaron pasarse de listos y poco antes habían contendido con él por la gubernatura de Morelos para el sexenio 1982-1988. Dándoles cargos en su gabinete los inmovilizó, entre otros a José Castillo Pombo, al que designó titular de la llamada Secretaría del Abasto, o algo por el estilo, de modo que el programa del bolillo popular se ganó el mote de “Secretaría del Bolillo”. El bolillo del gobierno era vendido a precio bajo, así que benefició a miles de familias de pocos recursos. Igualmente habilidoso, el años después tres veces alcalde de Yautepec, Agustín Alonso Mendoza, puso en marcha el programa del bolillo del pueblo, llevándolo a la mesa familiar a un precio más bajo que su costo de producción. Hicieron lo mismo sus hijos Agustín y Eder Alonso Gutiérrez, este último el actual presidente municipal de Yautepec. Dicho a riesgo de que el columnista equivoque algún dato, la relación de ideas trae a colación el banderazo al Programa Tienditas Móviles que, sumado a la telera popular, le dio el edil Eder Alonso el jueves anterior, coincidente la fecha con el aniversario 156 de la creación del estado de Morelos. “Populista”, le gritarán los conservadores, igual que los políticos que se escandalizaron cuando cuarenta años atrás don Lauro Ortega puso en marcha el programa del bolillo popular…
Han pasado 42 años desde que don Lauro asumió la gubernatura, y hasta hoy día sigue siendo considerado uno de los dos mejores gobernadores de Morelos. El otro: Emilio Rivapalacio Morales, gobernador de 1982 a 1988. Complicado el tramo carretero del Cañón de Lobos, algunos de sus colaboradores propusieron ampliar a cuatro carriles la vieja carretera que era sólo de dos. Para hacerlo, debería ser dinamitado el cerro, con el consiguiente aumento del costo de la obra y los daños ecológicos. Sin embargo, Ortega, que en el trienio anterior había sido diputado federal y años antes presidente del comité ejecutivo nacional del PRI, no le dio muchas vueltas al asunto. Decidió simplemente: “vamos a hacer los carriles de ida a Cuautla en el lecho del cañón”, a lo que opinó uno de los funcionarios que lo acompañaban en el recorrido: “pero se va a inundar en tiempos de lluvias”. Y don Lauro repuso: “No, ya verá usted que no”. Pocos días después la maquinaria estaba abriendo la parte baja del cañón que, efectivamente, nunca se ha inundado. Muerto el 22 de julio de 1999, Ortega reía con la leyenda de que los trabajos de construcción toparon con un tesoro. Fue tan insistente el relato que hubo quienes lo dieron por verdadero. Contaban que una pala mecánica extrajo “varias ollas llenas con monedas de oro” y que, enterados algún capataz o ingeniero cuyos nombres nunca se supieron, escondieron las ollas, regresaron de noche para llevárselas, se repartieron el oro y a los pocos días desaparecieron. Algunos apostaron que se trataba del tesoro que había enterrado la banda de Los Plateados en el Cañón de Lobos. Otra leyenda aseguró que los albañiles hallaron más de un esqueleto de personas asesinadas en ese o en otros sitios y luego arrojadas al fondo del Cañón de Lobos, o accidentadas en las curvas peligrosas de la parte de arriba que al cabo del tiempo habían cobrado cientos de vidas. Pero de la manera que haya sido, lo único que a ciencia cierta se supo fue la tremenda cantidad de vehículos que se habían precipitados al lecho del cañón y que por muchos años estuvieron regados donde serían abiertos los carriles de abajo.
Autor de obras trascendentales como el aeropuerto Mariano Matamoros y el Palacio de la Justicia, y de programa sociales como el del bolillo popular, a Lauro Ortega también se debe la creación del Sistema Morelense de Radio y Televisión. Visionario, con la construcción del Paseo Cuauhnáhuac catapultó el desarrollo comercial e inmobiliario de una amplia zona… (Me leen mañana).
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